Salón de Otoño

Dentro de un clima de estímulo, fruto de los excelentes resultados obtenidos con las sucesivas exposiciones y manifestaciones artísticas de todo tipo celebradas, nació entre los asociados la idea de organizar un gran certamen de carácter nacional con sede en la ciudad de Madrid, donde pudieran participar todos ellos, muy numerosos ya. La idea cristalizó en una ambiciosa exposición que con el nombre de SALON DE OTOÑO, tuvo lugar por primera vez el año 1920.

Con tal motivo, en el Catálogo de este I Salón de Otoño se insertaba un Manifiesto definitorio que se ha constituido como la más clara expresión de la principal misión de la Asociación en el movimiento artístico español y que sigue aún vigente como nuestra razón de ser.

Decía textualmente: “La Asociación de Pintores y Escultores somete a vuestro juicio un acto de carácter artístico, llena de ilusión y confianza. Un acto que no se parece a nada de lo acaecido en España, en materia de Bellas Artes: el arte todo regido por los mismos artistas; los ideales de cada uno conciliados en uno solo; el paso a las modernas y necesarias orientaciones y el respeto a la gloriosa tradición”.

Al primer Salón, que se celebró en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro de Madrid, presentaron obra los grandes nombres artísticos de la época, inaugurándose también una sala llamada de “Recuerdos”, donde se colgaron obras de los hermanos Bécquer, Domingo Marqués, Gessa, Lucas hijo, Raimundo Madrazo, Enrique Mélida, Eduardo Rosales, Carlos Luis Rivera, Tomás Martínez, Casimiro Sainz, Martín Rico, Emilio Sala, Urgell y Velázquez.

El I Salón de Otoño superó las expectativas iniciales, siendo notables el gran número de expositores, la calidad exhibida, los visitantes de la muestra y unánime la buena acogida del público, crítica y autoridades artísticas oficiales.

Con el paso del tiempo los Salones fueron adquiriendo, cada vez más, una enorme importancia en la vida artística de España, que trascendió incluso al extranjero. La Asociación alcanzó con ello su mayor prestigio, y las Medallas y Premios otorgados en sus exposiciones, adquirieron auténtico valor de refrendo para los artistas que las obtenían.

Llegaron a obtener estos certámenes tan justo valor como índice real de la marcha del Arte en España, y contaron con la visita asidua del Rey Don Alfonso XIII. Y así continuaron, aumentando constantemente en cuanto a importancia y prestigio, significando para los que ganaban su Medalla, la consagración definitiva como verdaderos artistas profesionales.

Y así, lo que comenzó como una exposición de obras de artistas independientes, se acabó convirtiendo en todo un hito esperado por muchos. Año tras año, el Salón de Otoño convoca en Madrid a los artistas de todos los rincones de España a presentar las creaciones de autores noveles junto a renombrados y aclamados maestros. Un Salón que visto así forma un auténtico museo y un gran escaparate de vanguardias.

En cada nueva convocatoria del Salón de Otoño, siempre se reitera la voluntad de dar cabida a los artistas más jóvenes, manteniendo un porcentaje que contraste con las obras maestras.

Por eso podemos afirmar que en todos los Salones de Otoño, y son ya ochenta y cuatro las ediciones a las que este mismo año llega, ha habido obras de atrevimiento y de ensayo que la Asociación Española de Pintores y Escultores ha amparado siempre, sin encasillarse en tradicionalismos sistemáticos, ya que todos sus asociados son iguales ante el reglamento de participación en el certamen, sin fronteras de ideales ni de técnicas, ni de tendencias.

A mediados del siglo XX los tradicionales Salones de Otoño vieron aparecer en el mundo artístico una serie de nuevas tendencias que afectaban a todas las artes plásticas.

Con el esfuerzo de los organizadores y ayudados por los organismos oficiales, tuvo lugar un espectacular aumento en el nivel artístico de los Salones de Otoño, que recuperaron también su prestigio en el exterior y que, con la desaparición de la tradicional Exposición Nacional de Bellas Artes, quedaron así ya como la primera gran muestra competitiva española para los artistas. Y así sigue hasta el día de hoy.

En 1964 Su Alteza Real la Princesa Doña Sofía aceptó la Presidencia de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores y junto con su Alteza Real el Príncipe Don Juan Carlos honraron con su asistencia muchos actos y exposiciones. Con este motivo, se creó para los Salones de Otoño el Premio Extraordinario “Princesa Sofía”, que desde el mismo instante de su nacimiento se convirtió en el galardón honorífico de más prestigio entre los asociados.

En 1976 su Majestad el Rey Don Juan Carlos I acepta la Presidencia de Honor de la Asociación Española de Pintores y Escultores.

En 1980 el premio Princesa Sofía pasó a denominarse Premio Extraordinario Reina Sofía, como así se conserva hasta hoy en día. Los artistas premiados, más allá de estilos y tendencias, constituyen en su conjunto un magnífico exponente de la diversidad estilística y la libertad en la que se viene moviendo el arte desde el último tercio del pasado siglo hasta nuestros días.

Con posterioridad se fueron creando distinciones, como la Medalla de Pintura “Eduardo Chicharro”, el Premio de Escultura “Leonardo Martínez Bueno”, la Medalla de Acuarela “José Prados López”, la Medalla de Dibujo “Roberto Fernández Balbuena”, la Medalla de Grabado “Espina y Capo” y la Medalla de Escultura “Mateo Inurria”.